martes, 1 de febrero de 2011

CAMBIO HISTÓRICO MUNDIAL.

El escrutinio de la dinámica que caracteriza al cambio histórico mundial desde la perspectiva marxista tiene que ver con dos temas de orden fundamental:

El primero, concierne a la visión crítica del desarrollo social en tanto que desarrollo capitalista, que a su vez se desdobla en el cuestionamiento crítico del acaecer objetivo del modo de reproducción social y en el cuestionamiento crítico a la autoconciencia del sujeto social articulada como discurso científico en la Economía Política clásica.

El segundo, atañe al tema de la actualidad del aparato categorial marxista, como discurso capaz de denotar y esclarecer la naturaleza esencial de las directrices nodales que demarcan la ocurrencia del cambio histórico a nivel mundial.

Ambos puntos se relacionan con un principio sustentante del discurso de Marx, que consiste en su concepción metodológica.

En efecto, hablar del cambio histórico mundial, desde la perspectiva de la Crítica de la Economía Política y hablar de su vigencia, implica referirse directamente al método dialéctico.

El término dialéctica, proviene del concepto diálogo, que significa etimológicamente: “Logos” o conocimiento de la dualidad. En su sentido lato, la dialéctica alude a la unión de contrarios. Para Hegel, la dialéctica es una filosofía, implica una fundamentación epistemológica discursiva, una concepción del mundo, un método, y un criterio de verdad.

A pesar de su brillante planteamiento, Hegel retrotrae la dialéctica a la esfera de la racionalidad y en ella confina al sujeto como creador intelectual y a la objetividad como producto de su pensamiento, de manera que constriñe su concepción dialéctica al nivel epistemológico y su visión ontológica se convierte en idealista, en la medida en que acota la producción en general, al plano teórico.

En Marx el método no sólo constituye la lógica argumentativa de su discurso o su procedimiento investigativo. El método dialéctico es el fundamento de su discurso en el sentido de un nuevo planteamiento epistemológico que surge de su visión ontológica. Marx es el primer filósofo en articular una ontología dialéctica en estricto sentido.

Bajo la pluma de Marx, la dialéctica se convierte en un nuevo paradigma de cientificidad, es decir, en una matriz de racionalidad para el estudio de las ciencias sociales.

Marx investiga, analiza, cavila sobre el modo de reproducción social capitalista, y sus reflexiones lo conducen a la configuración de una teoría crítica, pero también a la propuesta de una nueva manera de hacer ciencia, de un nuevo camino para la investigación y un nuevo procedimiento argumentativo para la exposición.

La concepción crítica de Marx se convierte entonces en una revolución teórica, [1]en la medida en que articula el nuevo paradigma dialéctico que se convierte en nuevo esquema de indagación para las ciencias sociales.

El método dialéctico, está conformado por dos categorías básicas: La categoría de totalidad y la categoría de proceso. Ambas se condicionan e implican: Para analizar la totalidad es preciso asumir el desarrollo evolutivo que la conforma. Por otro lado, examinar el avance del proceso significa apelar al desenvolvimiento de una totalidad.

Asimismo, y en un procedimiento deliberado de contrapunto, podemos aludir a dos elementos claves pero tácitos en el estudio marxista, que son las categorías de tiempo y espacio.

El tiempo y el espacio se presentan, en la física de Newton, como principios explicativos del acontecer natural; en la teoría del conocimiento de Kant, como condiciones de posibilidad del conocimiento, -las llamadas formas puras de la sensibilidad-,[2] y en la teoría de la relatividad de Einstein como dos categorías que se implican recíprocamente.[3]

Por tanto, consideramos en correlato, a las categorías, totalidad, proceso, tiempo y espacio.

El mismo título de este evento: cambio histórico mundial, hace referencia al desarrollo del proceso, como cambio. Pero alude a la totalidad como universalidad. Por otro lado, como historia, denota transformación en el tiempo y finalmente, concierne al espacio como mundialización.

El concepto “totalidad” en el discurso filosófico tiene un significado semejante al de “conjunto” en el discurso matemático, hace referencia a un todo cuyas partes se interrelacionan orgánicamente, de aquí que se equipare al concepto “organismo”.

La categoría de totalidad en la dialéctica se refiere a la posibilidad de conceptualizar la multiplicidad de lo real, en la definición de la alteridad, (“alter” significa “otro” en griego), la realidad fenoménica se presenta como una pluralidad de seres.

Si examinamos el discurso marxista sobre la realidad social, nos percatamos de que su interpretación no forma una ciencia social particular como podría ser la economía, o la historia, o la sociología; lo que Marx está creando es una filosofía crítica de la realidad social capitalista. Y toda filosofía constituye un discurso de orden totalizador respecto de la objetividad que investiga. Por eso en Marx como profesionista de la filosofía, la categoría de totalidad es una consecuencia vocacional.

El discurso de la Crítica de la Economía Política da lugar a una filosofía que entraña y contiene una investigación, al mismo tiempo económica, histórica, y social de la realidad capitalista. Por eso todas las disciplinas reclaman para sí el estudio del marxismo, porque Marx realiza un análisis –no tópico- y no únicamente temático sino totalizador de la realidad social.

La categoría de totalidad forma la parte toral de la Filosofía Crítica, de la Filosofía Alemana de ese período. Por eso constituye para Marx parte de una herencia intelectual. La categoría de totalidad surge desde la sistematización aristotélica en el siglo III a.c., reaparece en los escritos de Kant en la Crítica de la Razón Pura, se desarrolla a través de las teorías de Fichte y Schelling y se configura sustancialmente en la visión dialéctica de la realidad que va a tener su primera exposición moderna en Hegel. Spinoza también explora el concepto de totalidad, pero en tanto que sistematización matemática.

Por otro lado, insistiendo en esta categoría de totalidad, que es por cierto diferente a la categoría de estructura o de sistema,[4] se encuentra en La Introducción a los Elementos Fundamentales de la Crítica de la Economía Política, en la llamada Introducción General a la Crítica de la Economía Política de 1857, Marx afirma que la realidad social es una totalidad concreta.[5] Una realidad objetiva, multidimensional, polisémica, y dotada de un mecanismo propio que le proporciona su impulso como orientación, su finalidad o su “telos”.

Esta totalidad, en tanto concreción -afirma Marx- es la unión de múltiples determinaciones. Entonces investigar una sociedad, implica analizarla en todas sus partes, en todas sus manifestaciones, en todas sus formas y componentes.

De manera que –verbigracia- el plano de lo económico que sólo constituye una parcelarización teórica de la realidad social para su estudio, no puede concebirse sin la esfera de lo político y de lo social, que constituyen otros componentes integrantes de la totalidad concreta.

El celebérrimo discurso sobre el método que Marx establece en 1857, se refiere a la famosa metáfora del edificio social: donde la infraestructura está constituida por la economía, la estructura conforma lo político y la superestructura está formada por la cultura, la ciencia, el arte, la ideología, etc.

Ni lo económico ni lo político pueden ser extrapolados, o conceptualizarse con independencia de lo social, porque cada una de estas esferas, es una objetividad cambiante, una totalidad en proceso, que se encuentra en una continua concatenación, en recíproca influencia, con los otros planos de la objetividad social.

La totalidad concreta es una unidad orgánica, dialéctica, en que las partes (cada una múltiple y cambiante), se comprenden como integrantes del todo en dinámica de condicionamiento recíproco.

La investigación acerca del cambio histórico mundial debe partir de un análisis diacrónico de una totalidad sincrónica (que se encuentra en proceso de transformación), del modo de reproducción social capitalista, considerando los múltiples niveles y agotando los diferentes planos de de la misma.

Otra teoría fundamental que se deriva del concepto de totalidad es la teoría de la división de la sociedad en un plano de apariencia, o esfera fenoménica o de pseudo-concreción y un plano esencial, o esfera de la concreción.

Debido al fetichismo, los sujetos tienden sólo a conocer el plano de la inmediatez, la esfera cosificada donde aprender a manipular objetos a través de una atmósfera de familiaridad, se experimenta de modo superficial e inmediato, en la confianza apática que no desea realizar un esfuerzo intelectual para acceder a la esencia de la realidad. [6]

La “cáscara cósica”, que vela la objetividad real, impide al sujeto acceder al plano más profundo, que implica un trabajo de investigación y un método dialéctico, por tanto permanece preso de categorías fetichistas que le proporcionan una visión parcial y por tanto falsa de la esfera que investiga.

Respecto de la categoría de proceso, se relaciona con el concepto “devenir” hegeliano. El estudio de Marx, también siendo fiel a la tradición filosófica, no se detiene en un análisis estático que fija la objetividad, sino que despliega un método de rastreo, en que se requiere acudir al origen del problema, buscando el principio del acontecimiento.

Se trata de explorar hasta encontrar la raíz explicativa que pueda dar cuenta del desarrollo del proceso. La categoría de proceso impide el estudio que inmoviliza la realidad y que lleva al anquilosamiento de los fenómenos que investiga, al contrario, le corresponde analizar su naturaleza justo en términos de la investigación de su dinámica.

Como categoría dialéctica atañe al concepto de “alteración”, todo ente se encuentra en proceso de metamorfosis constante. Por tanto cambia, se convierte en “alter” otro, niega lo que fue, pero –al mismo tiempo- (unión de contrarios) sigue siendo el mismo.

La categoría de proceso alude a la necesidad gnoseológica de concebir todo acontecimiento como una etapa, o como un momento dentro de un constante devenir.

De manera que todo lo que acaece es consecuencia de una serie de eventos anteriores, y es a su vez, antecedente de hechos que conforman el porvenir.

El estudio de la sociedad, según Marx está aherrojado a esta necesidad de buscar siempre el desarrollo evolutivo de la objetividad que indaga, buscando acceder (duda metódica) al origen o a la raíz del problema.

Conocer un hecho es saber cómo se produjo, cuáles fueron las causas que lo generaron y como ocurrió su desenvolvimiento.

Por otro lado, una de las innovaciones epistemológicas de Marx es la formulación de la crítica como criterio de cientificidad para las ciencias sociales.

A partir de que Marx no sólo está interesado en el conocimiento científico de la realidad social que investiga, sino que además, su interés radica en el proceso revolucionario; entonces, como filósofo y como crítico, Marx procede a cuestionar el sentido de la realidad social.

En la esfera de la crítica a la dinámica objetiva capitalista, Marx expone con claridad meridiana las debilidades y contradicciones de este modo de reproducción social, su legalidad anárquica, la secuencia inexorable de crisis periódicas que lo aquejan, pero sobre todo, su insuficiencia para cumplir los objetivos de un sistema reproductivo, su incapacidad para satisfacer las necesidades del sujeto social.

La formulación de un paradigma de cientificidad implica nuevos criterios para la sistematización del discurso, uno de ellos es la actividad de la crítica en términos teóricos y transformadores.

Marx desenmascara al capitalismo como figura de socialidad cósica y predatoria. En tanto operatividad cósica, su “telos” de valorización del valor sólo se puede llevar a cabo a costa del genocidio y del deterioro ambiental.

Es la acumulación a ultranza de capital a costa del sacrificio humano y ecológico. Es la crítica a una “civilización” que acumula capital mediante la “barbarie”.

Marx denuncia al capitalismo como forma de socialidad destructiva y por ello encuentra una consecuencia histórica y lógica de la crítica en la alternativa de la transformación social.

Es preciso aniquilar al monstruo que hemos creado para la configuración de una sociedad racional.

Marx no sólo presenta una exégesis clarividente y sistemática de la dinámica capitalista, sino que acomete una hazaña que lo convierte en autor clásico de la economía y legitima su vigencia en el siglo de la información, en la era del conocimiento.

Esta es una de las joyas más importantes de su legado. Si el sujeto es el creador de su realidad social, entonces también está capacitado para cambiarla. Esto es lo más importante del humanismo de Marx.

Por consecuencia, el cambio histórico mundial entraña el análisis procesual de la totalidad concreta representada por el cambio de la sociedad capitalista a nivel mundial, desde una perspectiva crítica.

La contradicción dialéctica más importante para Hegel, se establece entre la subjetividad y la objetividad, asumidas conceptualmente. Pero aquí radica el idealismo de Hegel, la objetividad es parte y creación de la subjetividad.

Para Marx, la contradicción más importante ocurre entre el sujeto social y la objetividad natural.

El sujeto social es naturaleza, pero se convierte en polo antitético en tanto que tiene una capacidad racional que le significa la posibilidad de diseñar su actividad productiva, esto es, de crear un modelo de acción que orienta su práctica transformadora a través de un proyecto que le proporciona una finalidad y que lo dota de sentido.

De aquí se deriva el concepto de praxis como actividad proyectiva y creadora de la totalidad concreta. Se configura aquí la tesis de que el sujeto social es el arquitecto de su entorno objetivo.

La relación entablada entre sujeto social y objetividad natural, implica para el sujeto transformación del medio natural y auto-transformación de sí mismo en el sentido hegeliano de superación dialéctica, el momento anterior es negado en el instante posterior que lo perfecciona.

Según el marxismo, la economía no es la ciencia de una realidad diferente, la economía debe ser la ciencia del quehacer económico. Se trata del conocimiento del resultado de la praxis humana, de la actividad transformadora del sujeto social.

Por lo tanto, La Crítica de la Economía Política se legitima como filosofía crítica del proceso de desenvolvimiento de la totalidad social capitalista y como proyecto de superación.

Si bien de modo inicial el sujeto social se autodefine en su actividad práctica transformadora a partir de la objetivación del proyecto, el advenimiento del modo de reproducción mercantil y la práctica de transformación individual, provocó el surgimiento de la propiedad privada.

Con ello se establece la división en clases y la escisión del sujeto social comunitario, en átomos sociales, en un conjunto de propietarios privados independientes con proyectos de producción particulares.

Esto significa que el punto de encuentro social ocurre en el mercado y la regulación del proceso productivo (regulación cósica, azarosa y posterior) también se establece en el mercado, a partir de la carencia de un proyecto de reproducción social.

Finalmente la capacidad decisoria del sujeto respecto de su proceso de reproducción social queda históricamente enajenada en el plano del mercado primero y siglos después en el pseudo-sujeto social el capital.

Esto significa, según la crítica de Marx, que el sujeto creó una objetividad que no controla, un sistema que no domina y un proceso al que se somete de modo involuntario e inconsciente, el proceso de acumulación de capital.

El proceso de valorización del valor crea una dinámica cósica en la cual el capital se convierte en pseudo-sujeto social, que impone a sus productores la realización de su proyecto de autovalorización.

Los capitalistas se transforman en portadores enajenados del capital y el sujeto social en víctima: la marcha del proceso industrial convertirá a una parte de la población en marginada o susceptible de explotación, o condenará a una parte de la población en excedentaria para las necesidades de acumulación y conformará la parte de la humanidad que vive en la pobreza o la extrema pobreza.

El cambio histórico social concierne a la terminación de cinco siglos de desarrollo capitalista y el comienzo de un nuevo siglo y de un nuevo milenio. Pero contradictoriamente, a pesar de la novedad, lo que se presenta es la subsecuente continuidad del añejo capitalismo.

Desde la categoría de proceso, el desarrollo evolutivo del capitalismo articula una serie de cambios vertiginosos y profundos:

El colapso del socialismo real, la destrucción del bloque socialista, el derrumbe del poderío soviético, el elipse del poder hegemónico estadounidense, el proceso de integración europeo, descubrimientos científicos e innovaciones tecnológicas que forman parte de una revolución tecnológica y que da lugar a un proceso de transformación global, el devenir de la funcionalidad mundial de la hegemonía norteamericana hacia una funcionalidad mundial multipolar. Una sucesión de crisis económicas nacionales, que surgen del proceso productivo pero que impactan agudamente al sector financiero y que tiene efectos en la red financiera de comunicación planetaria.

A pesar del tiempo transcurrido, el capitalismo, que ha cumplido cinco siglos de existencia, ha establecido su desenvolvimiento en la consolidación de una legalidad específica, claramente demarcada en su objetivo, definición existencial y motor propulsor del sistema: el proceso de valorización del valor.

Al mismo tiempo finalidad y funcionalidad, a un tiempo caracterización y esencia conceptual, este proceso es la significación básica del modo de reproducción social capitalista, con independencia de todos los cambios y transformaciones.

Entonces afirmaríamos que dialécticamente el capitalismo ha cambiado profundamente, pero el eje axial de su funcionalidad esencial es el mismo: un modo de reproducción social cuya operatividad tiene como motor propulsor y motivo determinante, la valorización del valor, en aras del cual deteriora sistemáticamente a la naturaleza y al sujeto social.

Por lo tanto y a pesar de la sucesión de etapas y metamorfosis, el devenir del capitalismo ha sido conceptualizado en su legalidad esencial por Carlos Marx en la Ley General de la Acumulación Capitalista, que se cumple de modo manifiesto e indefectible.

En el siglo XXI, más de la sexta parte de la población mundial está condenada a morir de hambre. A pesar del progreso tecnológico y del avance científico, el desempleo y la pobreza experimentan un crecimiento inevitable y exponencial.

No obstante el desarrollo cultural y el dominio de la técnica y el incremento del conocimiento, la afectación al equilibrio ecológico de la naturaleza se convierte en un proceso que escapa a la posibilidad de ser detenido o simplemente aminorado.

La ley general se cumple tendencialmente pero como una ley de bronce.

El proceso de acumulación transcurre de modo paralelo a la destrucción del sujeto social y de la naturaleza, tal como lo afirmó Marx en el siglo XIX.[7]

Por su parte el capitalismo, no obstante las modificaciones, sigue siendo el mismo, y a despecho de la modernidad, continúa presentando una mismidad disimulada por el progreso, atenuada por la prosperidad, pero en honor a la verdad: el modo de reproducción social capitalista sigue siendo la formación económica que A. Smith aplaudió con entusiasmo como nuevo porvenir para la humanidad, sigue siendo la realidad social cuyas contradicciones señaló D. Ricardo con preocupación, todavía es la totalidad concreta que Marx criticó radicalmente.

A través de la historia el capitalismo se ha fortalecido refuncionalizando todas las dimensiones sociales a través de regulaciones específicas para preservar su dominio. Ha invadido todos los niveles de la vida social. En el espacio el capitalismo se ha extendido globalmente y en el tiempo ha cobrado vigor. Los procesos de trabajo se reducen en el tiempo y se reorganizan en el espacio para la concentrada y centralizada producción de plusvalor.

Vigencia de Marx

Simplemente el señalamiento del corolario crítico del capítulo XXIII del primero tomo de el texto de El Capital de Marx, y la comprobación de su atinencia teórica para la interpretación de lo real y la certeza de sus planteamientos, forman los argumentos suficientes para hablar de la vigencia de Marx.

Pero deseamos hacer referencia al tema de la praxis, que formulamos con anterioridad:

En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels se refieren a la necesidad de que el sujeto vuelva a tomar en sus manos el timón de la historia.

El capitalismo se ha convertido en el espacio mundial en el monstruoso resultado de la praxis histórica no planeada del sujeto social, a través del tiempo. Un monstruo que no puede controlar y que persigue a su creador para destruirlo. De ahí la relevancia del texto de Mary Shelley, Frankestein.

Si bien lo más importante de la totalidad concreta es el sujeto social, ocurre que lo más importante del sujeto social es su capacidad transformadora de la objetividad y su facultad subjetiva, modeladora de proyectos.

Si el sujeto social tiene el poder de planear la transformación de su realidad espacio-temporal y es capaz de concretar su acción en la objetivación del proyecto. Entonces la vía coherente de su “praxis” es la transformación totalizadora de una realidad social autodestructiva. Esto significa que el cambio histórico debe ser impulsado por la razón en el ejercicio de su capacidad deliberativa y de su facultad de elección.

Las revoluciones son la consecuencia pragmática de las ideas que la reflexión concibe en recónditos espacios de biblioteca, en momentos de diálogo creativo.

Lo importante del testamento marxista y del legado de Marx es la confianza plena en que la racionalidad humana podía trascender los linderos de la cosificación para construir un mundo para sí mismo, como alternativa del sistema capitalista.

El esbozo del comunismo como un proyecto inacabado se fundamenta en la certidumbre en la capacidad del sujeto social para transformar su entorno.

Marx no es un profeta pero si posee la clarividencia para detectar en el sujeto social la potencialidad que se oculta para la conversión radical en el logro de un destino emancipado.

Por eso el cambio histórico social puede llevarse a cabo cuando el sujeto social se convierta en el arquitecto consciente de su proyecto político y establezca una figura de socialidad racional.

Será el día en que como el escritor [8] que afirma, “…escribo ideas y la realidad me las plagia”. Algún día el proyecto de Marx, será plagiado por la realidad.



[1] Cfr., Echeverría, Bolívar., El Discurso Crítico de Marx, Ed. Era, México, 1986., p. 38.

[2] “En esta investigación se hallará que hay , como principios del conocimiento a priori, dos formas de la intuición sensible, a saber, espacio y tiempo…”. Cfr. Kant, I.,Crítica de la Razón Pura, Ed. Porrúa, México, 1975. p. 42.

[3] “El proceso de desarrollo aquí esbozado despoja a las coordenadas de espacio y tiempo de toda realidad independiente. Lo métricamente real ahora sólo está dado mediante la combinación de las coordenadas de espacio-tiempo con las magnitudes matemáticas que

describen el campo gravitatorio.” P.56. A. Einstein. Sobre la Teoría de la Relatividad. Ed. Sarpe, Antonio Bosch, S.A., Madrid, 1983.

[4] Estructura se refiere a una noción de carácter abstracto, un complejo de relaciones determinadas, de interdependencia funcional, Cfr.,Aglietta, Michel., Regulación y Crisis del Capitalismo. Ed. S. XXI., México., p. 11. El término estructura se equipara al concepto forma, se relaciona también con el concepto de sistema, como aparato organizado de relaciones jerárquicas, en el plano discursivo designa un conjunto de proposiciones que dependen deductivamente de principios o nociones axiomáticas. El concepto de totalidad hace referencia tanto a estructura como a sistema.

[5] Cfr., Marx, Carlos., Fundamentos de la Crítica de la Economía Política., Ed. De Ciencias Sociales del Instituto del Libro. La Habana, Cuba, 1970. p. 29.

[6] Cfr. Kosík, Karel., Dialéctica de lo Concreto., Ed. Grijalbo, México, 1976. p.29.

[7] Cfr. Marx, Carlos., El Capital, T. I. ed FCE. México, 1980. p. 424.

[8] Benito Pérez Galdós. Tormento., ed. Aguilar, Madrid, 1979.


Mtra. Flor de María Balboa Reyna.

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